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La Estancia Grande de Itapúa

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La vergogna de la civiltá argentina

01 Di Giovanni Maasco

En su edición N° 20, el periódico anarquista Culmine dedica casi una página entera en describir la tremenda explotación a la que están sometidos los mensús allá lejos en el Alto Paraná. Es abril de 1927 y en Buenos Aires los trabajadores siguen día a día las noticias sobre el famoso caso de los obreros italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, condenados a muerte en Estados Unidos bajo la falsa acusación de haber participado en un asalto a pagadores de una fábrica en Massachusetts. En la capital, esperan el gran mitin de protesta a llevarse a cabo en las próximas semanas contra el infame veredicto. La policía porteña sabe de los preparativos y ya empieza a perseguir agitadores y clausurar locales gremiales.

La sentencia a morir en la silla eléctrica que pesa sobre los dos anarquistas había conmocionado al mundo entero y los diarios dedicaban titulares sobre el asunto. Por meses grandes manifestaciones invadieron las calles de las principales ciudades como Nueva York, Londres, Ámsterdam, Paris y hasta en Japón.

Aquella publicación libertaria preocupada por los peones misioneros y escrita enteramente en idioma italiano, está destinada a la numerosa comunidad de obreros llegados de Italia que viven en la Argentina. Obviamente también se ocupa intensamente del caso Sacco y Vanzetti, pero no deja de denunciar las injusticias que continúan ocurriendo alrededor de la industria de los yerbales; del infierno verde y la triste realidad de los descendientes de los guaraníes. A esa iniquidad la llama “La vergogna de la civiltá argentina”, que es el título que ilustra el artículo que concluye con la siguiente consigna:

“¡Por Mañasco! Al heroico agitador de los mensúes, al pionero que tuvo la osadía de desafiar la omnipotencia sin límites de los chupasangre de los yerbales de Misiones, enviamos toda nuestra fraterna solidaridad en este momento en que los avenegras de la magistratura buscan definitivamente enterrarlo vivo en uno de los tantos presidios dispersos por la Argentina.” 1

El que escribe esas líneas es nada más ni nada menos que Severino Di Giovanni, el célebre anarquista radicado en Argentina desde 1923, y que pocos años después pondría en jaque a la policía, sembrando el terror entre la ciudadanía por ser sin duda alguna el mayor exponente del movimiento individualista y expropiador que se extendió por el país en la década del veinte. Un “idealista de la violencia” como supo definirlo el historiador Osvaldo Bayer, que se ocupó de relatar sus andanzas.

A través del grito de guerra que se lee en las páginas del diario que él mismo había creado, Severino no se olvida del pedido por la inmediata liberación del obrero marítimo Eusebio Mañasco, el valiente militante paraguayo y cabecilla de los huelguistas yerbateros preso en la cárcel de Posadas desde 1921. Otra de las grandes causas de injusticia que recuerde el proletariado argentino y de toda Latinoamérica.

El líder de los mensús

Para quienes todavía no lo saben, Eusebio Mañasco lideró las huelgas obreras de 1920 y 1921 contra la explotación en los yerbales cultivados de San Ignacio, en el Territorio Nacional de Misiones. Nació en 1889, en Barrero Grande, un pequeño pueblo del Paraguay. Siendo muy jovencito trabajó en los campos de tabaco del estado, y en 1912, participó de la revuelta de los liberales radicales contra el gobierno de Liberato Rojas, apoderándose del barco que transportaba al hermano menor del presidente. Años después, ayudó a fundar el sindicato de foguistas y fue un miembro de la Liga de Obreros Marítimos, gremio insignia de su país. Sus compañeros destacaban su entereza moral, señalándolo como uno de los propagandistas más audaces de la organización. Era un morocho alto, recio, rudo y de grandes bigotes estilo imperial, con las puntas encorvadas hacia arriba y de forma semicircular. Poseía cejas pronunciadas y mirada penetrante.

Radicado en Argentina pasó a ser un miembro de la FOM y la FORA, donde comenzó a preocuparse por la suerte de los mensús confinados en los obrajes y yerbales. Junto a los reconocidos militantes Luis Lotito y Luis Roselli, en 1920 fue parte de la comisión fundadora del Sindicato de Obreros Yerbateros de Misiones, considerado hasta el momento el primero de su tipo en la historia. Elegido secretario, Mañasco y los peones de la yerba fueron a la huelga en julio de ese año. Siguiendo a sus pares de la Patagonia y el chaco santafesino, lucharon para imponer sus demandas enfrentándose a los patrones plantadores y la brigada de la Liga Patriótica local. En junio de 1921 y en medio del boicot decretado por los huelguistas, el colono Allan Stevenson muere fatalmente en un dudoso incidente donde estuvieron involucrados un grupo de federados. Como consecuencia de esa tragedia, el sindicato fue clausurado y desapareció; su secretario terminó encarcelado y la huelga dio por finalizada. 2

Acusado como instigador del crimen, Mañasco fue sentenciado a cadena perpetua en 1924 junto a tres de los cuatros individuos involucrados en el ataque, quienes aparecen en la causa judicial como autores confesos de los disparos contra el agricultor. Pero durante el juicio, se retractaron y cambiaron sus declaraciones denunciando haber sido obligados a declararse culpables, presionados por la policía y el juez para inculpar al secretario del sindicato.

Por todo ello el proletariado argentino comenzó a interesarse en él, entendiendo que había sido condenado injustamente. Llevadas adelante por la Unión Sindical Argentina (USA), se organizaron de forma coordinada una serie de movilizaciones a nivel nacional entre febrero y junio de 1927, las cuales fueron aprovechadas no solo para denunciar su situación sino también el problema del mensú y de los obreros cultivadores de San Ignacio.

03 manifestacin por Maasco

La cúspide ácrata

Severino Di Giovanni es un autodidacta y se dedica con pasión a la propaganda. Con el propósito de difundir las ideas anarquistas y antifascistas, en agosto de 1925 había fundado el periódico Culmine, que en italiano significa “cúspide”. Él mismo hacía todo el trabajo, lo escribía, lo componía y lo imprimía en sus horas libres. Supo construir un estilo turbulento y directo, sin rodeos. Sabía cómo llegar a sus lectores.

Nacido en el pueblo de Chieti en 1901, estudió para maestro y antes de serlo ya enseñaba en una escuelita. Amante de la literatura, leyó a Proudhon, Bakunin, Reclus, Kropotkin y Malatesta. Experimentó de cerca la violencia de la guerra mundial y el ascenso de Benito Mussolini. Sin empleo y junto a su esposa, huye del régimen fascista y se instala en Buenos Aires. Allí consiguió un puesto de tipógrafo, oficio que había aprendido en su Italia natal, y de noche participa en reuniones anarquistas y de grupos antifascistas. El tano era un hombre sencillo, un obrero común. Vestía humildemente pero manteniendo esa elegancia propia de los varones de su época. Sus llamativos ojos azules irradiaban un aura intensa y febril. Escurridizo, lo comparaban con el gánster Al Capone, y poseía un carácter impetuoso y espontáneo.

La primera nota que escribe está dedicada a Kurt Wilckens, un emotivo homenaje al obrero alemán en el segundo aniversario de su cobarde asesinato. En cada número se podía leer una hermosa poesía, y hay un tema que lo preocupa y para él es fundamental: el amor y la emancipación femenina. Fue editor de ensayos y opúsculos; también organizaba picnics y obras teatrales a beneficio. Fundó una librería itinerante donde ofrecía revistas, periódicos y libros a bajo precio.

Pero el anarquista individualista tiene un lado oscuro. Su amor por la acción directa lo llevó a cometer atentados, robos y ataques sangrientos que se cobraron la vida de personas inocentes. Su primera actuación tuvo lugar en 1925, cuando participó junto a otros enemigos del Duce de una manifestación pública contra la presencia del embajador italiano ocurrida en una función de gala en el Teatro Colón. El grupo irrumpió el acto a gritos y arrojando panfletos, enfrentándose a la custodia compuesta por camisas negras.

Los peores atentados los cometió años después y serían los que lo harían famoso. En 1927 organizó tres. En agosto, una bomba explotó en la embajada de Estados Unidos como represalia a las ejecuciones de Sacco y Vanzetti. En diciembre arrojó dos más, una en el Banco de Boston provocando solo daños materiales, y otra en el City Bank, donde murieron dos personas y varias terminaron heridas. Otro ataque al año siguiente, esta vez frente al consulado italiano, terminó con la vida de nueve personas y hubo 34 heridos, entre ellos hombres de Mussolini. Fue el más sangriento de todos. En 1930, organizó el robo a un camión pagador de Obras Sanitarias junto a Miguel Arcángel Rosigna, otro reconocido exponente del anarquismo expropiador. Luego de un violento tiroteo se hicieron de casi 300 mil pesos. Su parte del botín lo usó para financiar su propia imprenta.

Tres causas, la misma pelea

En aquella edición N° 20 de Culmine, Severino llama a luchar no solo por Sacco y Vanzetti sino también por Eusebio Mañasco. Las preocupaciones por la suerte del delegado de los peones yerbateros comenzaron a fines de 1926, luego de que la Cámara de Apelaciones ratificara el fallo de la justicia misionera. Esto no cayó para nada bien entre los sindicalistas revolucionarios agrupados en la USA y camaradas del prisionero. Rápidamente iniciaron una fuerte campaña solicitando adhesiones de todos los sindicatos. En Posadas hubo una demostración pública organizada por el reconocido militante local y amigo del prisionero Marcos Kaner, realizada frente a la cárcel donde cumplía condena.

El primer mitin fue organizado el domingo 20 de febrero de 1927 en todo el país. La jornada fue grandiosa, envuelta en grandes multitudes y con encendidos discursos allí donde se improvisaba una tribuna. En la capital de Misiones, el acto congregó a unas 3.000 personas y se cantó “Hijos del Pueblo”, el himno anarquista. El propio Mañasco se hizo oír enviando un mensaje vía telegrama en vísperas de la jornada:

“Al agradecer sinceramente a los organizadores y adherentes de los distintos actos de mañana a favor del que suscribe, formulo desde mi prisión los votos para que no sólo vuestras voces sean oídas por quienes deben reparar la injusticia que pesa sobre mi persona, sino que alcancéis todos vosotros, mis hermanos de clase e ideales, el triunfo de nuestras justas aspiraciones.” 3

El éxito de la primera movilización dio fuerzas y nuevos impulsos. El 20 de marzo, nuevo actos y manifestaciones se sucedieron en todo el país con los mismos resultados admirables. Los obreros argentinos usaron como argumentos de inocencia las claras irregularidades contenidas en la causa judicial, como la falta de pruebas fehacientes y las insuficiencias en las acusaciones, mostrando el carácter arbitrario del proceso y el fallo en su conjunto. También denunciaron las torturas, maltratos y presiones a que fueron sometidos los condenados con el propósito de incriminar a Mañasco.

Al mes siguiente, la Corte Suprema de Justicia pidió su traslado a la ciudad de Buenos Aires. El 21 de abril Mañasco arribó a la estación de trenes Federico Lacroze, acompañado por los cuatro condenados por el asesinato de Stevenson. Una multitud se congregó para recibirlo, dando vítores a su persona. Manifestó ante los presentes su deseo de ser escuchado por los jueces federales y asegurando que era absolutamente inocente del crimen por el que se le acusaba.

Mientras permanecía prisionero en la cárcel de Encausados aguardando la decisión de la Corte, el 1° de mayo se realiza la tercera jornada de protestas en coincidencia con la conmemoración del día de los trabajadores. Como era de esperar, las movilizaciones fueron multitudinarias. El periódico Culmine saldrá con un número especial del doble de páginas dedicado a los mártires de Chicago, y Severino aprovechará para recordar a los perseguidos en el país y todo el mundo:

“a los mártires gloriosos de Massachusets, a los tres españoles Durruti, Jover y Ascaso, a Eugenio (sic) Mañasco, a los deportados desconocidos de Chile por la torva dictadura del coronel Ibáñez, los miles de condenados al domicilio coacto por el tirano de la camisa negra, las víctimas de España bajo el bufón Primo de Rivera, las víctimas de Perú, Bolivia, etc. etc.” 4

Junto con los reclamos por la libertad de Sacco y Vanzetti y Mañasco, a Di Giovanni le preocupa el pedido de extradición hecho por el gobierno de Alvear de los anarquistas Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Gregorio Jover. Tres causas, la misma pelea. El italiano defendía el pluralismo y odiaba que las causas de los trabajadores fueran tironeadas por disputas ideológicas y mezquinas. Esto le valió el enfrentamiento con los editores de La Protesta y con los referentes de la FORA, a quienes acusó de tibios y traidores. Estaba convencido que en estas circunstancias se debía marchar todos juntos.

En 1926, la policía argentina había identificado a los tres españoles como los asaltantes a las boleterías del tranvía y el metro de Buenos Aires, hechos ocurrido a fines de 1925. También ser los autores del atraco al banco provincial de la localidad de San Martín. Durruti y Ascaso son detenidos en Francia tras pretender asesinar al rey de España Alfonso XIII, y por ello las autoridades en Argentina insistieron en su extradición. Pero en 1927, son liberados junto con Jover y expulsados a Bélgica. El movimiento obrero festeja y siente que ha triunfado. Durante la guerra civil, Durruti se convertirá en el líder legendario de los anarquistas españoles comandando la columna que llevaba su nombre. Salvó Madrid y derrotó con tres mil milicianos a todo un ejército del general Franco. Murió en el frente y su funeral fue el más imponente que jamás haya recibido un obrero en España. 5

La situación procesal de Mañasco es finalmente tratada por el máximo tribunal, y el 30 de mayo de 1927 dictó un nuevo fallo en el que ratificaba su supuesta culpabilidad, pero dejaba sin efecto la sentencia a cadena perpetua reduciéndole la condena a 25 años de prisión. Los trabajadores argentinos expresaron su total indignación. La presión popular no hizo más que ir en aumento y se intensificaron las protestas.

La USA inmediatamente inició las gestiones para solicitar su indulto, manifestando la convicción de apelar a todos los medios que estuvieran a su alcance para evitar que pague con la cárcel por un delito que no cometió. Los obreros organizados fueron más allá y llamaron a una huelga general para el 15 de junio. La misma se llevó a cabo con sobrado éxito. El reclamo volvió a ser incluido junto con las demás injusticias del momento, tal como había ocurrido durante las protestas del 1° de Mayo. La huelga detuvo el trabajo en gran parte del país y se sintió con energía en el interior. En Posadas las crónicas destacan el nivel de adhesión y la magnitud de la movilización, registrándose incidentes en la plaza 9 de Julio donde fueron detenidos numerosas personas que allí se manifestaron. La causa tuvo incluso repercusión internacional con apoyos que llegaron desde Uruguay, Paraguay, Perú y hasta México.

Una comisión encargada de hacer las gestiones de indulto se entrevistó con el presidente de la Nación a quien le expusieron en persona, no un pedido de perdón, sino de reparación de una injusticia. Alvear manifestó interés por el asunto y prometió estudiar el caso, asegurando que si se probaba su inocencia sería liberado. A la par, distintos mítines siguieron desarrollándose en distintos puntos del país, de forma espontánea, complementando las grandes convocatorias organizadas por la USA. En el número especial de Culmine publicado ese mes de julio, el tano Severino dio una “lista de los temas por los cuales hay que luchar (Radowitzky, Sacco y Vanzetti, Mañasco, Ascaso, Durruti y Jover, etc.).” 6

El 9 de julio de 1927, Alvear firmó un decreto presidencial donde indultaba a diecisiete condenados entre los que estaba incluido Eusebio Mañasco:

“…a los trabajadores del país debo mi libertad.”, fue lo primero en expresar. 7

Los obreros argentinos recibieron con gran júbilo y orgullo la noticia; habían triunfado. De todo el país se enviaron telegramas expresando la satisfacción por lo sucedido. En Posadas su liberación generó un revuelo entre los trabajadores, quienes se congregaron frente a la sede del sindicato local para interiorizarse de los detalles. Al otro día y ante una multitud, un mitin en la plaza central se manifestó por Sacco y Vanzetti y la reciente liberación de Mañasco.

Los destinos de Severino y Eusebio recorrieron caminos muy diferentes. El paraguayo evitó pasar el resto de su vida en la cárcel y se encomendó a concretar lo que había prometido si lograba la libertad: volver a Misiones para reorganizar a los obreros de San Ignacio y continuar la lucha contra los patrones plantadores. Para 1928, el sindicato había sido refundado y nuevas protestas sacudían los tranquilos campos de cultivo de yerba mate.

Pero el italiano antifascista no tuvo la misma suerte. El periódico Culmine había dejado de publicarse aunque uno nuevo con su firma comenzó a circular por los barrios obreros en abril 1930: Anarchia. En el cuarto número describe la Argentina del segundo gobierno de Yrigoyen, y la cuestión del mensú continúa siendo para él una preocupación latente:

“En la Argentina existen territorios en los cuales todavía impera la esclavitud. En el Chaco, en Misiones y en otros lugares se hallan esparcidos miles y miles de feudos –como «La Forestal Ltda»- donde la policía subvencionada por las empresas está al servicio de los patrones. Y para dar una idea de cuánta corrupción está contaminada la Argentina de Yrigoyen, basta citar ejemplos de muchos feudos donde los obreros se contentarán no con un aumento de salario, sino con la libertad de comercio y con la libertad de reunión. En la mayor parte de estos feudos, el obrero no puede abandonar el trabajo bajo la pena de ser cazado como una fiera por la policía local o de la empresa.” 8

Fue de las últimas cosas en escribir antes de ser atrapado por el gobierno militar del general José Félix Uriburu, un fiel adorador de Mussolini. Toda una ironía después de haber huido de la Italia del Duce y luchado contra el fascismo. Rastreado durante años por la policía, finalmente es capturado en medio de una persecución cinematográfica por las calles de Buenos Aires cuando acorralado decide dispararse en el pecho y cae herido. Interrogado bajo tortura, a los pocos días es sentenciado a muerte como a sus camaradas y compatriotas Sacco y Vanzetti. Recientemente se han encontrado fotos inéditas del día de su fusilamiento el 1° de febrero de 1931, en las que se lo ve justo en los instantes previos a ser ejecutado. Antes de recibir las descargas de fusil exclamó con valentía:

¡Evviva l’anarchia!

Culmine

Notas Bibliograficas
  1. BAYER, Osvaldo, Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia, Planeta, Buenos Aires, 2006, p. 67.
  2. SCHROEDER, Diego, La rebelión en los yerbales. Eusebio Mañasco y la lucha de los obreros yerbateros de San Ignacio, Misiones, Primera parte 1920-1921, Posadas Misiones, 2019.
  3. Semanario Bandera Proletaria, 26 de febrero de 1927.
  4. BAYER, Osvaldo, obra citada, p. 46.
  5. BAYER, Osvaldo, Los anarquistas expropiadores y otros ensayos, Booket, Buenos Aires, 2007.
  6. BAYER, Osvaldo, obra citada, p. 50.
  7. Diario Crítica, 9 de julio de 1927.
  8. BAYER, Osvaldo, obra citada, p. 214.

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