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libro estancia grande de Itapúa 1620 1800

La Estancia Grande de Itapúa

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En el principio era la Yerba

arboles de sn pedroLos pueblos originarios de las nacientes de la Cuenca del Plata tenían a la yerba mate como una planta muy destacada entre su repertorio de hierbas medicinales y consumibles. Era tan intensivo su uso y tan difundido como aliciente contra el hambre y cansancio que comenzó a generalizarse no solo por la inmensa mayoría de naturales, a quienes los colonizadores convirtieron en sus sirvientes, sino que estos le transmitieron la costumbre también a ellos y a las nuevas generaciones de criollos, creando el incremento creciente de la demanda en la medida que crecía también la población colonial, fundando así un mercado cada vez mayor de dicho producto.

La provisión de este nuevo producto comenzó a ser un negocio muy lucrativo y los españoles y criollos no tardaron en ver en la explotación de los yerbales, por medio de la mano de obra originaria, una potencial vía de enriquecimiento. Es así que comenzaron a explotar a los naturales. Los jesuitas pronto advirtieron que la modalidad de consumir yerba mate provocaba la explotación deshumanizada de los guaraníes por lo que intentaron prohibirla difundiendo que su ingesta era considerada “pecaminosa”.

Pasado el tiempo no sólo fracasaron en su intento de prohibición de bebidas elaboradas a partir de la yerba mate sino que ello se transformó en la costumbre característica de toda la Cuenca del Plata, cuya mayor proporción de población eran descendientes de originarios y mestizos criollos quienes consumían masivamente la yerba mate.

La disputa de los religiosos, sobre todo los jesuitas, con los explotadores de la mano de obra originaria, los encomenderos, devino en una marcada enemistad llegando a ser expulsados de Asunción, la principal ciudad de la Cuenca del Plata, a mediados del S XVII para luego ser restituidos.

Los jesuitas vieron más en los naturales de la región sus objetivos de evangelización que en los colonizadores y los criollos, poniendo así todo el empeño de su trabajo en las comunidades originarias que aún no habían tenido contacto con la “civilización”, afianzando su principal destino misional en estos pueblos. Pronto se acercaron al Paraná y allí prendió con fuerza su semilla logrando pronto que distintas aldeas antes muy reacias a permitir el acercamiento de “españoles” los recibieron entre ellos, fue un criollo asunceno recientemente aceptado en las filas ignacianas que hablaba fluidamente el guaraní quien conquistó a los paranaenses y enseñó a sus hermanos congregacionales el modo de hacerlo.

Una vez establecidas estas reducciones de naturales, fruto de distintas “misiones” de los jesuitas, estos vieron en la venta de la yerba mate una potencial fuente de ingresos que le permitiría pagar el tributo al rey y con ello librar a los naturales de la obligación de servir a los encomenderos. Es así como los jesuitas que antes habían intentado erradicar el hábito del consumo de yerba mate terminaron por propagar aún más su consumo. Primero equipaban comitivas para que fueran a los yerbales a extraer yerba como se hacían en el resto de las ciudades coloniales pero tratando de ser más cuidadosos con los trabajadores. Sin embargo, pronto entendieron que esto inevitablemente significaba exponerlos a muchos peligros y fatigas, por lo que estudiaron la planta y buscaron el modo de reproducirla a voluntad cerca de sus pueblos y lo lograron; siendo entonces los primeros en tener yerbales plantados de manera hortícola en sus pueblos. Se convirtieron en los principales productores de yerba y a un precio que no podía ser igualado por quienes se empeñaban en conseguir la yerba de los dificilmente accesibles yerbales silvestres y con mano de obra esclava difícil de controlar y mantener.

Fragmento de mapa jesuítico[1]. Al principio de la explotación yerbatera llevada a cabo por los jesuitas y los guaraníes, éstos explotaban yerbales silvestres lo que cambió cuando domesticaron la planta. En el mapa del siglo XVIII puede observarse con claridad un camino que desde la región del sur, hoy brasilero, de la costa atlántica atraviesa la zona norte de Misiones ingresando por las elevaciones donde tiene origen las divisorias de aguas (sitios conocidos luego como Campo Eré y hoy dia es Bernardo de Irigoyen) el camino cruza el río Iguazú, antes de las Cataratas y se dirige a la Ciudad Real (Guayrá), hoy cercanías de Hernandarias. También se observa que dicho camino continúa por el centro de Misiones por sobre las nacientes de los arroyos. Todo esto nos hace pensar en una posible línea de comunicación terrestre muy antigua abierta ya por los jesuitas en las regiones selváticas del noreste misionero y el sur brasilero. Para más en el mapa se observa una capilla o puesto con la denominación “San Pedro”. Todo ellos nos esta mostrando lo mucho que se desconoce aún hoy en día del pasado remoto de la región de los pinares

Entonces, resumiendo, paradójicamente fueron los mismos jesuitas quienes sistematizaron la explotación yerbatera; primero en los yerbales silvestres que tenían bien señalados para cada pueblo y a cuya explotación acudían comitivas de naturales reducidos pero la mucha dificultad, peligrosidad y coste en insumos e incluso en vidas de los trabajadores llevó a los jesuitas a estudiar la posibilidad de hacer plantaciones de yerba en cercanías de los pueblos, logrando con éxito la domesticación de la ilex paraguariensis. Los naturales, bajo tutela jesuítica, plantaron  para su consumo y sobre todo para la comercialización, a partir de semillas, extensos yerbales en las afueras de los pueblos de los que cosechaban sin peligro ni necesidad de hacer un desmedido viaje. Con posterioridad de la expulsión de estos religiosos, si bien los yerbales hortenses no se habían abandonado y se siguieron explotando, su producción como casi todo durante la administración colonial de los pueblos se vio muy disminuida.

Fragmento de mapa[2] que especifica la posesión de los yerbales silvestres consignado el pueblo al que le corresponde la explotación de dichos yerbales, se marca también el río Iguazú para señalar ubicación.

En este mismo mapa en otra sección también se observa en la zona de las nacientes de afluentes orientales del río Uruguay un pueblo jesuítico llamado “San Pedro”. Recordemos que la toponímia de advocación religiosa es más propia del siglo XVI y XVII y no tanto del s. XIX y mucho menos del XX.

Llegada la etapa de la independencia la tensión política y no pocas veces militar en que se vio envuelta la región de las misiones por encontrarse ellas en el límite jurisdiccional de facciones enfrentadas, primero realistas contra gobiernos patrios y luego las de la Confederación Argentina versus la escindida Provincia Paraguaya, provocaron la absoluta decadencia de los pueblos, pero aun así los yerbales hortenses de las misiones  sobrevivieron y ocasionales expediciones remontaban los ríos, en especial el Uruguay, o transitaban los antiguos caminos, para llegar a los yerbales de los pueblos a explotarlos. Esta explotación continuó hasta fines de la guerra de la Triple Alianza durante la cual las reiteradas cosechas a las que fueron sometidos dichos yerbales provocó su paulatina extinción; perdidos éstos y perdido también el conocimiento del método de germinación de la yerba no volvieron a verse yerbales hortenses hasta la primera década del s. XX.

Mientras tanto se volvió a recurrir a los yerbales silvestres, primeramente en territorio paraguayo pues después de la guerra se había propiciado la creación de grandes latifundios por la venta de tierras a la que los gobiernos paraguayos de posguerra se vieron obligados para saldar deudas de guerra, quizás el más famoso de esos establecimientos dedicado a esa explotación fue el de “Tacurú Pucú” en cercanías del salto “Guairá”.

Los hermanos italianos Francisco y Juan Goicochea tenían también un asentamiento sobre la margen derecha del Paraná, allí sabemos que tuvieron un incidente con “indios alborotados” que trabajaban en la recolección de yerba silvestre, así lo cuenta Alejo Peyret quien lo visitó en la costa paraguaya:    

"D. Juan Goicochea estaba algo preocupado con las noticias que acababa de recibir de los yerbales. Los indios que estaban trabajando para él se habían alborotado, porque son unos trabajadores muy exigentes, y se veía en la mayor necesidad de marchar para allí a la mayor brevedad, pues su encargado le había dado un parte algo alarmante". (Peyret, 1881, 179)

Cuenta Peyret, entonces, que Goicoechea conocedor de las andanzas de un famoso descubiertero de origen brasilero llamado Fructuoso Moraes Dutra, decide invertir en una exploración de territorios hasta entonces sólo superficialmente explorados del Alto Paraná en la costa argentina.

Esta decisión, motivada por la expansión del límite de la explotación de yerbales silvestres, es el detonante del encuentro de la comitiva encabezada por Dutra, secundada por Adán Luchessi y Felipe Tamareu con la tribu del cacique Maydana con quienes sellaron el convenio de amistad y colaboración conocido como “pacto de la selva”, hecho éste que determinó la ocupación efectiva y permanente de San Pedro y su consiguiente devenir histórico como parte integrante de la provincia de Misiones y la República Argentina.

Aquí debemos hacer un paréntesis para empaparnos de la realidad étnica poblacional del territorio de San Pedro y zonas aledañas a fines del s. XIX. Además, aclarar que como dijimos, este contacto será determinante para la historia como parte integrante de Misiones (Argentina), lo que no significa que fue el primer contacto, como veremos luego, pero sí en el que los originarios pudieron ser incorporados a la sociedad moderna dentro de los límites de nuestro país.

Primeros pobladores

Si en algo coinciden los diversos relatos testimoniales y los estudios que posteriormente los tomaron como fuentes para construir la historia, es que, en lo que hoy es conocido como San Pedro, Misiones, vivían primeramente pueblos originarios. Entonces una de las primeras preguntas que debemos hallar respuesta es ¿qué cultura y/o parcialidad ocupó originalmente este suelo? ¿Desde cuándo? ¿Cómo vivían? Y, ¿cómo fue su contacto con la cultura moderna? Interrogantes cuyas respuestas significan el inicio de la historia y una primera mirada a la prehistoria de San Pedro. Veamos cuales son los testimonios iniciales que es posible hallar sobre estos tópicos en las fuentes más antiguas, como lo son por ejemplo, los relatos de los primeros exploradores que visitaron San Pedro a fines de s. XIX desde que Misiones volviera a adquirir el estatus de Territorio Nacional separado de la tutela de Corrientes y que enviaron sus informes al Instituto Nacional Geográfico y a revistas especializadas de la época.

Juan Bautista Ambrosetti fue uno de los primeros exploradores que dejó testimonio sobre los habitantes de San Pedro. Este explorador e intelectual de fines del s. XIX será una fuente de consulta recurrente en nuestro recorrido por la historia de San Pedro. Especialmente recomendados son sus relatos de su primer (1891) y tercer viaje (1893/94). Este es un polifacético autor, hace a la vez de paleontólogo, arqueólogo, historiador, recopilador de mitos y leyendas autóctonas, es el iniciador de las exploraciones arqueológicas científicas en Argentina. Ambrosetti visitó Misiones en tres viajes exploratorios y ya en el primero de ellos visitó San Pedro cuando todavía no era más que un claro en la selva con una “aldea” de ranchos dispersos y es él quien claramente atribuye la primera ocupación del sitio a los kaingangues.

Este investigador fue de los pocos en realizar exploraciones a la selva virgen misionera sin mayor motivación que la pesquisa científica (no económica), y no una exploración sino tres a lo largo de tres años. Las experiencias que vivió atravesando por días las picadas que cruzaban la selva como único camino nos dejan una idea de la dificultades de la tarea asumida:

“Describir la sensación que se experimenta al encontrarse en un campo bañado de luz, cuando se ha marchado casi tres días en el monte, sin ver más que árboles y no teniendo a la vista sino un campo muy reducido de acción envueltos siempre en una claridad difusa, es algo que no se puede describir: parece que los pulmones se ensanchan: dan ganas de galopar, de reírse y hasta de cantar.

Volvimos a entrar en la picada oscura, sin sol, donde volvían a esperarnos el tacuarembó y la uña de gato; eché una última mirada a aquel singular oasis y con un sentimiento parecido al del final de un placer corto, di un rebencazo a la mula y me interné siguiendo el sonido triste y monótono del cencerro de la madrina”…[3]

Esta afirmación suya nos deja una idea de las peripecias de sus viajes, tres días caminando y durmiendo en un túnel vegetal que no dejaba ver la luz del sol, hoy día cuesta imaginarnos tales circunstancias pero esas eran sus vivencias promedio en dificultad en las que se veía inmerso durante sus viajes.

Tupies y Cainguas o Kaingángues

Puede que en alguna oportunidad hayamos leído o escuchado que los pueblos originarios que habitaron San Pedro primeramente fueron los tapes o tupíes, los cainguas, o kaingangues, e incluso “coroados” (del portugués: “coronados”), esta confusión es muy común; ya la advirtió Ambrosetti en la década de 1890:

 “Los Indios Kaingángues, en Misiones, son llamados Tupís, no sé si propia o impropiamente. Me inclino a creer lo último, guiándome, sobre todo, por el idioma, en el que escasean mucho las palabras guaraníes.  Los brasileros, en cambio, los llaman Coreados, es decir, Coronados, a causa del modo que tienen de cortarse el pelo, dejándose una corona, como los frailes franciscanos. Los indios se adjudican el nombre de Kaingángues y no responden al llamado de Tupís. Esta palabra, en Misiones, tiene un valor más bien relativo, aplicándose a todo indio temible y que no sea guaraní, lo que debe ser una idea del tiempo de la dominación jesuítica, y que todavía subsiste por tradición”[4].

Pero el mismo Ambrosetti llega a esas conclusiones solo después de años de exploración e investigación, en su primer viaje también él denomina “tupíes” a los “indios” de San Pedro.

Esta diversidad de denominaciones se debe a varias circunstancias, analicemos desde la más simple a la más compleja las razones de aquella confusión.

En primer lugar es fácil confundir el término cainguá con kaingangues, su fonética es similar, pero son diferentes etnias y no habitaban los mismos sitios. Ambrosetti tiene unos trabajos particulares sobre cada una de esas dos poblaciones originarias[5].

Los cainguas son de la familia de los guaraníes pero quienes de entre ellos no habían aceptado participar de las reducciones propuestas por los jesuitas y por ende de su consiguiente desarrollo cultural, tecnológico, incorporación e institucionalización en la civilización criolla de la época con marcada influencia europea y católica, es decir, todo lo que significó para quienes sí lo hicieron. En cambio estos cainguas, que  es una denominación impuesta que significa monteses, gente de la selva, aunque eran del tronco guaraní no participaron de esa aculturación. Por otra parte estaban los kaingangues, mucho más belicosos y del  tronco lingüístico “ge”, predominaban en lo que hoy son los estados brasileños de Santa Catarina, Paraná y Río Grande do Sul.

 Postal, 1905, Edit. Rosauer. Tomada en “Alto Paraná”, grupo de Cainguás. Si bien la imagen pertenece a una postal presumimos está tomada de “Boccard, Louis. Álbum, Viajes y Exploraciones a los Territorios del Alto Paraná, Paraguay, Misiones y Brasil. 1898-1899, En Colección Théo Savary”.

En segundo lugar, cuando oímos decir que eran tupíes o tapes, el error en esta interpretación parte del hecho que Tape es una región y por extensión sus habitantes son tapes o tupíes, pero bien pudieron ser kaingangues que sabemos que eran bravos defensores de su territorio y habitaban el Tape; y antiguamente los tupíes o tapes eran ancestrales enemigos de los guaraníes y sobre todo de los guaraníes reducidos; y la tradición entre los descendientes de la experiencia jesuítica era actuar con mucha cautela frente a aquellos pueblos primitivos de la frontera nororiental de Misiones.

Esta tradición se trasladó a los correntinos que fueron los primeros en explorar los yerbales silvestres y en traer en sus comitivas peones guaraníes antiguamente huidos de los pueblos de las misiones cuando la administración colonial de estos los dejó caer en la más ruinosa miseria y desatención social y que se asentaron en Corrientes, como es sabido.

Existen documentadas confrontaciones armadas que dejaron bajas en ambos bandos, naturales y criollos, durante las primeras comitivas de exploradores que buscaban yerbales silvestres. Los sobrevivientes, al regresar, le atribuyeron sin dudar el ataque a los bravíos tapes o tupíes, “indios indómitos” sin tradición civilizada como la de los guaraníes, que mínimamente eran agricultores.

Hoy sabemos que la parcialidad que habitó el territorio que actualmente es conocido como San Pedro y también toda la zona aledaña llegando a Fracrán, como a Bernardo de Irigoyen, como también a sitios más alejados como Puerto Piray, fueron los Kaingangues del tronco lingüístico GE, de actitud muy agresiva hacia los extraños. A ellos visitó Ambrosetti, para su fortuna la tribu estaba muy raleada, compuesta ya por pocos individuos y capitaneada por un cacique criollo de origen correntino quien siempre había buscado acercamiento y entendimiento con los ocasionales transeúntes de la selva que venían de ciudades o pueblos.

“En el Territorio Nacional de Misiones, la tribu [de kaingangues] que existe, habita el interior, sobre la Sierra Central, en la aldea de San Pedro, habiéndola visitado dos veces: una en enero de 1892, y otra en marzo del presente año 1894, con la expedición que dirigía del Instituto Geográfico Argentino” (Ambrosetti, 1895, p. 306).

No es propósito de este trabajo hacer una historia de los pueblos originarios de la zona, tema por demás interesante, pero que excede grandemente nuestros objetivos de construir una breve historia de San Pedro, amena y fluida pero pertinente y fundamentada; por ello y por ahora sólo diremos esto sobre la definición de la población originaria habitante del territorio sampedrino previo a los primeros acontecimientos históricos registrados. Quienes tengan mayor necesidad de información sobre estos tópicos recomendamos la famosa obra de Salvador Canals Frau titulada “Las poblaciones indígenas argentinas”, Guillermo Magrassi “Los aborígenes de la Argentina” y por supuesto Antonio Rex González “Argentina indígena, vísperas de la conquista”, solo para mencionar a los imprescindibles clásicos.

Por otra parte hay también en el mundillo historiográfico moderno un amplio debate, sobre todo en  Brasil y en menor intensidad en el resto de Sudamérica, acerca de la historia indígena, básicamente la discusión discurre centralmente, en cómo debe ser abordada la formulación de investigaciones de la “historia originaria” si,  los originarios en la Historia o una Historia de los originarios. Proposiciones que difieren en el planteamiento de los supuestos desde los cuales se parte y en la composición de los análisis realizados por cada quien participa del debate. En este trabajo por supuesto el tema de las parcialidades étnicas excede por muchos los objetivos que nos planteamos.

Y aunque reconocemos por demás interesante la cuestión no abordamos ese complejo panorama teórico del abordaje de la historia de los originarios (o la historia originaria) ni tampoco tomamos en cuenta el relevamiento arqueológico de las zonas mencionadas.

Sino sólo analizamos bibliografía antigua, que a la fecha ya consideramos fuentes, por ser en muchos casos testimonios de personas que visitaron San Pedro en años muy remotos más próximos al origen de la historia del sitio que al presente y por tomar ellos contacto y entablar charlas con los protagonistas de los hechos fundacionales, sean estos originarios o colonos aventureros o primeros habitantes modernos.

El frente extractivo del Uruguay

Como es sabido, desde el fracaso de la expedición de Belgrano al Paraguay, la percepción  de ambos estados emergentes sobre la soberanía de Misiones permaneció en un estado de tensa  incertidumbre e indefinición. Gaspar Rodríguez de Francia que en algunos documentos se refería al Paraguay como “provincia”, sin embargo mantenía una marcada hostilidad con los argentinos, los naturales, los exploradores extranjeros y principalmente con los correntinos que transitaban por Misiones, los consideraba espías, ladrones y salvajes y los perseguía haciendo casi imposible que prospere algún asentamiento en el margen izquierdo del Paraná desde la década de 1810 hasta su muerte en 1840.

No podemos menos que comentar lo paradójico de su criterio para calificar a quienes vivían o transitaban Misiones durante su gestión de gobierno en el Paraguay, dado que este dictador paraguayo ordenó se incendiaran todos los pueblos del Paraná, se trasladaran a la fuerza a todos sus habitantes a la otra margen del río, y se confiscaran todas sus posesiones, sus ganados y sean incendiado los pueblos de Candelaria, Santa Ana, Loreto, San Ignacio y Corpus. Sin embargo, luego de ello llama ladrones salvajes y saqueadores a quienes vienen a esos pueblos, quizás su antigua residencia donde nacieron y crecieron, solamente a cosechar yerba, único bien que se salvó de la destrucción que dejaron tras de si las tropas paraguayas bajo órdenes de Francia.

 Quedó así vedado para el tráfico de mercancías, y sin consumidores, el margen izquierdo del río Paraná del lado occidental de Misiones y solo con prudencia algunos correntinos y brasileros se animaban a explorar el lado oriental llegando a las laderas este de las sierras centrales de Misiones accediendo por el río Uruguay.

Un agrimensor inmigrante francés que vino a Misiones a finales del s. XIX escribió sobre esta época que:

“Durante muchos años, de 1828 a 1845 no se habla más de Misiones; los paraguayos tenían una guardia en la isla Yacyretá en frente de los rápidos de Apipé, y una batería en la Tranquera de Loreto entre el extremo norte de la laguna Iberá y el Paraná,  [Ituzaingó, Corrientes] que cerraban toda comunicación al oeste de Misiones, tanto por tierra como por el río” [6].

En la década de 1840, con el fallecimiento de Gaspar Rodríguez de Francia y sobre todo con la llegada de los López al poder en Paraguay, se abrió otra instancia diplomática que permitió una comunicación más fluida entre estados y por consiguiente un trato más cordial. Sin embargo, la cuestión de límites no se solucionará entonces, pero se dio el caso curioso de la firma de un tratado de límites entre un estado nacional, el de Paraguay, y un estado provincial, el de Corrientes, en el que éste último, inopinadamente cedió jurisdicción  al Paraguay sobre los pueblos del Paraná, desde Ituzaingó (Tranquera de Loreto) a Corpus (algunos dicen hasta el río Iguazú) y toda esta franja se adentraba según dicho tratado hasta las sierras centrales. Junto a este tratado de límites, que nunca fue ratificado por nuestro estado nacional, la provincia de Corrientes firmó también un tratado de amistad y entendimiento con el Paraguay, lo que facilitó el ingreso de correntinos al territorio hoy misionero, éstos lo hacían principalmente para comerciar con los paraguayos en el fuerte de San José (hoy Posadas) y para “beneficiar” yerba. Esta no se cosechaba en los yerbales hortenses de las ruinas de lo que fueran los pueblos fundados por los jesuitas en la costa del Paraná pues estos quedaron dentro de la “jurisdicción” paraguaya según el irregular tratado entre Corrientes y Paraguay.

Entonces, los yerbales permitidos para los correntinos “legalmente” y por contrabando para los brasileños, eran los accesibles desde la costa del Uruguay, desde allí se irían aprovechando precarios caminos, prácticamente senderos que cortaban la selva, que partiendo desde los puestos del Alto Uruguay más avanzados se adentraban en Misiones subiendo las laderas hasta llegar a los yerbales silvestres de cercanías de Oberá, de Ñu Guazú y posteriormente Cavaru-coiá, que los primeros pobladores criollos bautizaron “San Pedro” de “Monteagudo” justamente por la espesura de la selva que lo rodeaba y por los túneles de vegetación por donde se debía transitar por días sin ver la luz del sol con claridad, respirando el aire húmedo impregnado de aromas de la selva y corriendo todo tipo de peligros.

Picada de Las Palmas a Campo Eré y de allí a San Pedro

Previo a esta investigación solo se contaba para la adjudicación del nombramiento de la localidad y su primer registro histórico, con un material historiográfico de 2001 y todo estos años fue el canon en materia de poblamiento y colonización de San Pedro. Esta producción historiográfica marcó la interpretación histórica de los orígenes del asentamiento estable que devino en el San Pedro como lo conocemos hoy. La misma establece lo siguiente:

Ya en 1863 los brasileños del estado fronterizo de Paraná conocedores de las exploraciones correntinas en busca de yerba que se acercaban cada vez más al noroeste de Misiones por las sierras centrales para no perder territorio que venían ocupando en su política imperial netamente expansionista emprendieron un proyecto de construcción de un camino que uniera la localidad de Palmas con Campo Eré y este con Cavarú coiá, sitio que conocían sólo por testimonios de naturales como el más alejado ocupado por la nación “coroada” o kaingangues, delegan el trabajo en un famoso explorador llamado “Marcondes” quien ese mismo año llegó a Campo Eré, localidad hoy denominada Bernardo de Irigoyen.

Desde allí avanzaron siguiendo las divisorias de las aguas por la altiplanicie central leguas suficientes para interpretar que llegaron a San Pedro pero a decir verdad, en el informe descriptivo de su exploración no mencionan más que haber encontrado restos de rancherías de originarios a la distancia donde debería estar San Pedro, desde allí tenían dos opciones continuar por líneas de caminos de los naturales existentes rumbo al Paraná o rumbo a Ñu Guazú, hoy Campo Grande, pasando por Fracrán donde también encontraron rancherías con signos de haber sido ocupadas relativamente hace poco tiempo, pero desocupadas. La exploración Marcondes desde Campo Ere no en pocas ocasiones sintió la presencia de naturales en cercanías, incluso en una ocasión los “coroados” contratados para guiar la expedición descubrieron un rastro que quisieron seguir para atacar a los naturales de la zona, inquietud que fue sofocada por Marcondes pues no se trataba de una exploración de ese tipo sino que se pretendía empalmar los caminos hasta entonces existentes hasta Palmas con los que, viniendo de la Confederación Argentina, llegaban a esas tierras todavía no bien definidas en su jurisdicción y límites, habitadas solamente por la gente del monte o Kaingangues.

Fue durante esta expedición llevada a cabo en 1863 que en un campo o campiña, es decir, en un terreno de pastos y no de selva, sobre las rancherías de originarios ausentes en ese momento del sitio, ya sea por estar escondidos en los montes o estar en un periodo del año en que explotaban los recursos de otro sitio, los brasileros hicieron un campamento que por ser la fecha cercana a la que el  calendario católico recuerda a los “Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo“ y/o en honor al emperador brasilero que financiaba la exploración, pusieron al sitio el nombre de San Pedro (Machon, 2001, p. 58). La interpretación, como dijimos. está muy extendida y se da por hecho comprobado e incluso es hasta hoy la noticia que se tiene de la denominación del sitio como “San Pedro”.

 En esta investigación tuvimos la oportunidad de revisar el documento principal de aquella interpretación y subsiguiente relato histórico de los acontecimientos que llevaron a denominar a la “campiña” como San Pedro y la atribución del hecho a determinados personajes históricos.

Creemos que es posible, haciendo un análisis más pormenorizado del documento original en portugués, plantearnos una visión alternativa de los hechos que obviamente con elementos comunes tiene otros protagonistas y sobre todo se desprenda de inclinaciones interpretativas que no tiene mayor asidero que la intuición de la primera lectura de las fuentes, no siendo necesariamente la interpretación de los hechos. Por ejemplo, de nuestra lectura del documento enviado por la Comisión que integrara Marcondes de Sá, nos quedamos con la percepción a nuestro entender objetiva, que deriva en un postulado del tipo siguiente:

El gobierno del Brasil, conocedor de la incertidumbre reinante en la determinación a ciencia cierta de los cursos de agua que fijaba el límite entre nuestros países, se preocupó de crear caminos que llegarán al límite y favorecieron el establecimiento de población brasilera en la zona, si bien esta interpretación había sido planteada anteriormente, sobrevuela la idea de la apertura de esta “estrada” o “ruta” con fines de dar acceso al desplazamiento de tropas que se dirigirán al Paraguay en ocasión de la guerra de la Triple Alianza. Podemos afirmar aquí que lo primero, el asegurar el territorio al Brasil en caso de disputa territorial (como efectivamente ocurrió) es el más probable motivo de las expediciones brasileñas pero lo segundo, el camino por donde transitarían tropas es una conjetura incierta a nuestro modo de entender. Además el documento original nada más afirma que se denominó al sitio donde encontraron la primera toldería de originarios, la liderada por Maydana o por un hijo de Fracrán, San Pedro, y se llamó Santa Cruz al asiento de la toldería de Fracrán, la primera denominación perduró pero la segunda no.

Por otra parte existen protagonistas soslayados de aquella gesta. En los documentos que refieren a las dos expediciones en las que participó Marcondes de Sá, se habla de “Francisco das Chagas” como miembro integrante de la segunda expedición, pero el que nos llama más la atención es el cacique originario kaingangue “Victorino Condá”. Este personaje, durante la segunda expedición de 1865 que de Palmas (hoy Brasil) llegó a San Pedro, hizo contacto con las tribus que habitaban la zona y entabló con ellos un trato cordial que incluso llegó a motivar que los mismos los acompañaran de regreso a Palmas para luego incorporarse a una colonia donde estos naturales junto a otros eran “evangelizados”, para su incorporación a la sociedad moderna. De esta experiencia habrían participado los originarios de la tribu de Fracrán y de Maydana, todo gracias a las tratativas diplomáticas del cacique Victorino Condá, “coroado” al decir de los brasileros, pero sabemos que esta es denominación impuesta a quienes se llamaban a sí mismos Kaingangues. Además también del análisis documental queda claro que la búsqueda del contacto amistoso con los “indios” de la zona por parte de los brasileros, estuvo fuertemente motivada por el hecho de que éstos se habían adentrado mucho del último territorio conocido y del cual esperaban un aprovisionamiento que estaba tardando en llegar, por donde debía venir el mismo era su ruta de retirada, pero estando en un punto tan avanzado emprender una retirada desde esa altura les tomaría más días de los que podían asegurar su subsistencia con los víveres de su inventario, por lo cual deben aprovisionarse antes de emprender el regreso. Además, estando a la espera de su contingente de provisión, antes pactado, la no llegada de éstos les hacía pensar que quizás fueron hostilizados en su venida y hasta quizás habían perecido, por lo cual emprender ese camino era potencialmente un doble riesgo, podían ser ellos también atacados como presumen lo fue el contingente de aprovisionamiento o podrían sufrir de hambruna, pues sus víveres no alcanzaban para el largo viaje.

Y es así que se le instruye al cacique Victorino Condá entablar charlas pacíficas con los naturales del recientemente denominado San Pedro, entre los cuales se encontraba Maydana y con los de Fracrán, denominado Santa Cruz. Para su fortuna, éstos no se mostraron hostiles, lo que hubiera significado el fin para todos ellos pues se trata de una expedición de menos de medio centenar de hombres, ya cansados y divididos y los naturales del lugar sumaban más de 120 indios. En esa ocasión reinó la armonía y todos emprendieron el viaje con los recursos suficientes a la poblaciones al oriente de Campo Eré.

Estos nuevos datos obtenidos en la pesquisa documental nos deben hacer ver con un prisma nuevo la gesta de Dutra y el “Pacto de la selva”, de casi 10 años después. Aunque es muy tentador pensar en la épica del contacto de Fructuoso Moraes Dutra cuando llevó las negociación con la tribu del cacique Maydana, la misma que permite el ingreso de exploradores criollos al yerbal del San Pedro y el subsiguiente desarrollo del mismo. Ese no fue el primer contacto de la tribu de Maydana con “cristianos”, sino que el primero fue con brasileños, con quienes tuvieron su primer experiencia civilizadora en una colonia que el estado brasilero habría creado ad hoc, y de la cual salieron para volver a la campiña donde casi 10 años después los encontró Moraes Dutra en una expedición impulsada por autoridades gubernamentales e intereses privados, esta vez de Argentina. Claramente esta información obliga a reinterpretar “el pacto de la selva”; cuestión que haremos en un trabajo más pormenorizado y que lamentamos no poder desarrollar en el marco de este trabajo, gracias al cual, sin embargo, hallamos y analizamos la fuente documental, descubriendo su relevancia y la necesidad de hacer un estudio más pormenorizado de todos aquellos supuestos tan arraigados en la historiografía local.

Picada a Ñu Guazú o Campo Grande

Rave, explorador del territorio durante la segunda mitad del s. XIX, entrando por el río Uruguay en la década de 1860 deja constancia de una “Picada” [7] “Dos leguas al NO de San Javier, [se trata de] la entrada del camino que  conduce al corazón de los yerbales de Misiones; sendero estrecho, abierto en el año 1848 por unos montaraces, que buscando el campo de Ñu Guazú, del cual tenían una remota idea, penetraron en este verdadero laberinto de montes y malezales”[8]. Como vemos, la explotación yerbatera había comenzado a cobrar fuerza esa época y a medida que un yerbal natural se descubría, era explotado y era necesario encontrar otro, lo que significaba adentrarse más y más en la selva misionera, territorio que ni los intrépidos jesuitas alcanzaron a explorar y mucho menos civilizar a su población.

Picada de Paggi a San Pedro

A principios de la década de 1890 un baqueano de nombre Fragoso le cuenta la historia de la Picada Paggi a Ambrosetti, los datos que este conoce son de aventureros que en busca de convertirse en descubierteros se adentraban en la selva, ya sea a pie o por arroyos, en busca de los famosos “manchones”, verdaderas vetas del “Oro Verde” y las penas de este trabajo pionero casi acaban con sus vidas.

Brevemente consignamos como Fragoso cuenta que a principios de la década de 1870

“un brasilero, Antonio Mescias, entró por el arroyo Puerto [?] con un compañero para descubrir yerbales y buscar las campiñas de las Baranas [?] de cuya existencia se tenía conocimiento por los Indios; después de mil peripecias el compañero lo abandonó en el monte y se volvió: por poco deja la vida en manos de los Indios.

Uno de ellos le estaba apuntando con la flecha, cuando fue contenido por otro que le dijo, que siendo solo, no debía venir con malas intenciones y que por lo tanto no le tirara, además que él lo conocía y que era cristiano bueno.

Viéndose Messias solo y sin provisiones tuvo que volverse. Al año [1871] entraron Manuel y Eleuterio Correa (no eran parientes) brasileros también y después de mucho andar llegaron a las campiñas de Baranas pero, sin tener alimentos, sin pólvora, sin munición y sin perro, hasta el punto de encontrarse con una piara de chanchos salvajes y no poder matar ninguno, la Providencia o la casualidad los salvó y después de andar un mes y diez y siete días perdidos en los montes comiendo cogollos de palma y melando una que otra vez, extenuados sin fuerzas y dados completamente á la desesperación en medio del bosque virgen, lastimados y casi sin poder marchar, llegaron al arroyo passo fundo [(paso profundo) ?].

Eran hombres muertos, les era imposible dar un paso, ya se habían resignado á morir, cuando oyeron tiros y gritos en dirección á ellos. Aquellos cadáveres vivos, debieron reanimarse y juntando toda la fuerza que sus pobres pulmones podían reunir, empezaron a llamar, dos horas después caían en brazos de sus compañeros, que encabezados por Joaquín Domingo habían salido a buscarlos.

Manuel Correa, el más viejo, ya no podía comer, tuvieron que alimentarlo y llevarlo alzado, porque había perdido las fuerzas para caminar y así llegaron a los galpones en donde necesitaron más de un mes en reponerse los dos Correas.

Poco tiempo después y ya con los datos de éstos, entró Pedro Paggi con tropas de mulas y abrió la picada, que aunque borrada en parte, se conserva y sirve de vía de comunicación entre el Uruguay y San Pedro”[9].

Fragmento de mapa “Gobernación de Misiones” / Paz Soldan - Buenos Aires : Felix Lajouane, 1888[10]. Resaltamos Paggi (en Río Uruguay), Campiña de San Pedro, Campiña de Piray (en Río Paraná), Campiña de Américo, Campo Eré, Palma y Boa Vista

Picada de Piraí a San Pedro o de San Pedro a Piraí

Como habíamos descrito los kaingangues practicaban el nomadismo semi sedentario, estaban iniciándose en el proceso de convertirse en agricultores, sus cultivos eran estacionales y en gran parte del año recorrían la selva practicando el ancestral modo de vida cazador recolector, el circuito de este tránsito se circundaba a un espacio fijo determinado pero muy amplio; en época de piñones de araucarias se dirigían al noreste de la provincia a recoger procesar piñones en la zona de los pinares, esto es en el territorio pero actual San Pedro pero puede abarcar hasta Bernardo de Irigoyen aunque bien podría ser que estos dos puntos formarán el diámetro de una zona circular mucho más amplia dentro de cuya circunferencia se encuentran los pinares productores de la valorada materia prima de la dieta kaingangue. En síntesis, este sitio o sector de explotación no está determinado más que por la presencia, en aquella época mucho más extendida, de los pinares.

Como segundo sitio donde permanecen una temporada cada año es el área intermedia entre las cuencas inferiores del arroyo Piraí Guazú y Piraí Miní, como su nombre lo indica, (pira = pez / peces, í = agua/ curso de agua) dichos cursos de agua se caracterizan por la abundancia de peces y por ende de pesca; los kaingangues que no conocían la pesca con anzuelo y caña como hoy se practica, construían mini represas en tramos angostos de los arroyos, estas represas construidas con piedras y ramas formaban un embudo en dirección a la corriente y en el final a la salida del embudo ponían los caingangues un tejido de ramas y fibras de tacuaras astilladas que formaba un cilindro con paredes enrejadas y con efecto red apresaban a todo tipo de peces que transitaban los arroyos Piraí´s.

Los naturales practicaban una suerte de cocción similar al ahumado con la que cocían la carne de pescado para que les durara algún periodo de tiempo. De este punto, entre los arroyos Pepirí guazú y miní en zona cercana sus desembocaduras en el Paraná, cumplida la tarea de recolección y aprovisionamiento durante la temporada de pesca, los caingangues volvían al centro de la provincia a la zona donde meses atrás habían sembrado mandioca y muy probablemente maíz y zapallo, volvían para la temporada de cosecha y como siempre permanecen allí determinado tiempo hasta el período de volver a comenzar el ciclo rotativo de recolección pesca y cosecha en sitios determinados.

obligatoriamente este ciclo de itinerancia, practicado desde tiempos remotos, habría llevado a al establecimiento de caminos o senderos entre estos puntos por los que luego ingresarán los exploradores, en especial creemos que debió existir un sendero de uso frecuente por los originarios entre el margen izquierdo del Piraí Guazú y los asentamientos de las tribus caingangues en la meseta central, aun así la picada Piraí - San Pedro se le atribuye, sin embargo, hasta hoy día a Fructuoso Moraes Dutra aunque lo más probable es que este explorador se haya servido de los senderos de los originarios para a su vez “descubrir” los yerbales tan codiciados en aquellos tiempos anteriores al re descubrimiento del proceso de germinación del árbol de la yerba mate.

Choque de culturas

En el marco del proceso de inicio de la explotación con fines mercantiles de la yerba mate silvestre de la década de 1840, sucede que las comitivas extractivas se iban encontrando con las poblaciones originarias, en este momento autores de otras provincias probablemente dirían que ocurrió lo inevitable, el choque violento de criollos en avanzada con naturales que defendían sus tierras, pero aquí en Misiones contamos con la experiencia jesuítico-guaraní del contacto de culturas y sabemos, a partir de ella, que no necesariamente debe producirse un choque seguido de la imposición de una cultura sobre otra y mucho menos la desaparición física de una de ellas; pero en el caso que nos ocupa las partidas yerbateras correntinas no tenían el tacto, la diplomacia y las convicciones idealistas de los jesuitas de principios de s. XVII y en esta ocasión, más de dos siglos después, el choque sí se produjo, no sabemos bien las circunstancias en todos los casos pero fueron varios los casos de agresiones entre el “frente extractivo” con las poblaciones originarias.

Rave, el explorador alemán que antes mencionamos, nos relata uno de esos casos,

“Al Noroestes del mencionado cerro [Boavista] y como a una legua de distancia se encuentra el Campestre del Guerrero, que fue hace quince años el escenario de un drama bastante trágico y cuyos vestigios tuvimos ocasión de descubrir cuando visitamos, aquellos parajes, en las osamentas de los animales pertenecientes a algunos yerbateros que lograron escapar heridos mortalmente, al furor de una tribu de tupís”[11].

Esta mención a las osamentas de los animales no puede menos que hacernos recordar a la denominación “Cavaru coia” que traducido sería donde se “comió el caballo” sitio del que tenían noticias los exploradores de la comitiva Marcondes pero que creen en su viaje no haber hallado. Es justamente una escena así como el agrupamiento de huesos de animales en un tramo del camino lo que pudo haber dado lugar a la denominación, pero nada más en este caso es una reflexión para la cual no tenemos y tal vez nunca tendremos elementos suficientes para discernir su precisa ubicación. Rave, el autor de este testimonio realizó su viaje a finales de la década del 1850 y bien pudiera referirse a los trágicos sucesos en los que se vió envuelto Maydana de niño; la ubicación de este sitio provista por Rave no es del todo clara pero, teniendo en cuenta que la comitiva que integrará Maydana provenía de Santo Tomé, o algunos dicen, de Hormiguero, es posible que hayan remontado el río Uruguay como tantos otros y desde cercanías de San Javier se hayan internado por las picadas como lo hizo Rave 15 años después del la tragedia de aquella comitiva cuyos restos observó cerca de “boavista” este refiere la ubicación así:

“Dos leguas al noroeste de San Javier existe la entrada del camino que conduce al corazón de los yerbales de Misiones; sendero estrecho abierto en el año 1848 por unos montaraces, que buscando el campo de Ñu Guazú [Campo Grande] del cuál tenían una remota idea penetraron en este verdadero laberinto de montes y malezas.

Por el espacio de una legua, esta vía va apartándose poco a poco de la riberas del uruguay y después de cruzar pantanos de difícil tránsito se desvía completamente del camino antiguo, obra de los jesuitas, para unirse de nuevo en la cumbre del Boa vista, cerro de bastante elevación, desde cuya cima pueden descubrirse fácilmente los campos de misiones hacia el sur y los inmensos bosques del uruguay al norte.

aquí el terreno cambia notablemente de aspecto y en vez de planicies fangosas, presenta hondos barrancos que anuncian la proximidad de la serranía, desde cuyas pendientes montañosas se precipitan los raudales que van a engrosar las aguas del Paraná y Uruguay”.

Y es desde allí una legua (4.8km) al noroeste donde Rave encuentra las “osamentas de la comitiva” mortalmente repelida por nos “tupies” cuya identidades y etnicidad desconocemos a ciencia cierta.

Sea aquella referencia consignada por el explorador alemán la que integraba la familia de maidana o no, de todos modos los tupies como los denominaban a los originarios de la zona noroeste de la provincia tenían fama de agresivos, completamente hostiles al “blanco”.

Todos conocemos la historia del niño Maydana que acompañaba a su padre en una comitiva de extracción de yerba que fue atacada por los indios y que por poco pierde la vida, es poco conocida la razón de aquel ataque porque sin más se da por sentada la belicosidad de estos “indios”.

Alejo Peyret que visitó Misiones durante el año 1881 recabó y publicó mucha información sobre nuestro territorio, este cronista indica que hasta 1874 la costa argentina arriba de Corpus era inaccesible para los “blancos” quienes por temor a las tribus originarias sólo explotaban yerbales paraguayos.

“En 1874, el señor don Juan Goicochea, impulsado por el deseo de descubrir nuevos yerbales, equipó una expedición exploradora, habiendo previamente hallado un hombre idóneo para su dirección y era el brasilero D. Fructuoso Moraes Dutra. Este halló un hermoso yerbal, a cuya explotación se dio principio desde luego con muy buenos auspicios.

La posición de ese yerbal, según lo comunicó al gobierno de Corrientes, el comisario general de los yerbales D. Felipe Tamareu,—quien había sido socio del señor Goicochea empieza sobre la margen derecha del arroyo Paraguay [Piray], á unas 4000 varas de su desagüe en el río Paraná.” A. Peyret “Cartas Misioneras”

El rapto la adopción de Bonifacio Maydana

La idea más generalizada en el ideario popular local sobre la incorporación de Maydana a la tribu kaingangues de nuestra provincia proviene de relatos como el siguiente que nos deja un inmigrante francés que actuó como agrimensor en Posadas y vivió en Candelaria.

...una familia Maidana con otras familias pobladas en las cercanías de Santo Tomé, al venir hacer su provisión de yerba mate en el yerbal de Apóstoles, fueron sorprendidos por los Indios, que se llevaron un chicó de los Maidana quién, con el tiempo llegó á ser cacique de un grupo de Indios que merodeaban en los bosques inmediatos á San Pedro, el cual me contó parte de su vida accidentada”[12]

Foulliand, el autor de este testimonio, como tantos otros transmite los elementos principales de esa historia, que por los trágico e impactante del suceso, termina siempre llamando la atención y generando todo tipo de especulaciones en torno a ello, los denominadores comunes son, Maidana niño, comitiva yerbatera proveniente de corrientes (Santo Tomé u Hormiguero) ataque de “Indios” (tupíes) y apropiación de Maydana. En este caso Foulliand ubica los yerbales en Apóstoles que si bien está en la zona centro de la provincia se encuentra mucho más al sur de la zona donde siempre suele citarse la presencia de los kaingangues (Fracrán, San Pedro, Piraí o Campo Eré).

La versión que Maydana confesó a Basaldúa

Quien expone una versión mucho menos edulcorada de los hechos es el ingeniero español Basaldúa quien visitó San Pedro, conoció a Maydana y por supuesto indaga sobre el célebre caso del “rapto del pequeño Maydana” pero el testimonio que rescató Basaldúa anotando las palabras del propio Maydana son muy diferentes. Maydana en su conversación lejos de culpar de belicosidad a la tribu de Fracrán, culpa a los yerbateros de haber provocado el incidente que terminó en tragedia.

“tenía ocho á diez años cuando su padre lo llevó á las Sierras de Misiones, en la expedición organizada hacia el año 1840, más ó menos, por el capitán do mato Galeano para fabricar yerba mate; que los obrajeros abusaban de las mujeres de la tribu kaá-inga-inga mandada por el cacique Prakran [Fracrán]; que éste, en venganza, sorprendió una noche el campamento de los dormidos obrajeros, á los que degolló sin piedad; que horrorizado de la matanza, arrastrándose entre las yerbas, se escondió en el bosque, donde lo encontró el capitanejo Goimberé, hombre bondadoso, quien, por carecer de familia, lo adoptó por hijo, impidiendo así que el feroz Frakran [Fracrán] lo degollara”[13].

Este testimonio, sin duda, arrojaría mucha luz sobre las circunstancias poco claras en las que pierden la vida los yerbateros correntinos entre los que se encontraba el padre del pequeño Maydana, la pregunta es ¿podemos creerle a Basaldúa? Nuestra respuesta es que, a priori, no tenemos razones para descreer de su testimonio, Basaldúa es una de esos viajeros de fines de s. XIX que frecuentemente es tomado como fuente en investigaciones de todo tipo en la provincia en la convención generalizada sobre su credibilidad no se ha puesto en duda entre la comunidad historiográfica. Sin ser concluyentes consideramos que debemos tener en cuenta la versión de Basaldúa tanto como las otras porque ambas posturas no son excluyentes, ya que las otras versiones solo afirma que los yerbateros fueron atacados, no brindando causas de este ataque y aquí Basaldúa afirma que los yerbateros correntinos fueron atacados pero ademas cuenta lo que le contó Maydana, del abuso de los yerbateros a las indias kaingangues y la reacción de violeta venganza de Fracrán de quien no sabemos si tenía familiares entre las indias abusadas por ello la de rudeza homicida de la respuesta de Fracrán.

Los Kaingangues de San Pedro

“Los kaingangues de San Pedro” es el título de un trabajo de Juan Bautista Ambrosetti en el que recopila la información recabada por las expediciones que realizó a Misiones en las que llegó a la campiña de San Pedro en 1892 y 1894 y se entrevistó con los integrantes de la aldea original e incluso con el mismo “cacique” Maydana.

Rescatamos aquí los datos obtenidos por Ambrosetti sobre la llegada de este pueblo originario al territorio que hoy conocemos como San Pedro, quienes eran, de dónde venían, cómo vivían antes del contacto con la sociedad criolla de las ciudades, etc.

Según sus propios testimonios, es decir, los recuerdos de individuos que vivieron la transición entre el estilo de vida originario en la selva del altiplano misionero, que pasaron en el marco de una transición pacífica a ser peones madereros o de yerbales “asalariados” o “conchabados” a la usanza moderna.

Ambrosetti data el ingreso de la tribu de kaingangues de San Pedro antes de 1840, pero se desconoce cuándo exactamente. Afirma que provenían del oriente del Uruguay habiendo ingresado por “las Palmas” (zona hoy limítrofe cercana a la localidad misionera de Bernardo de Irigoyen) o por el territorio del actual estado de Río Grande del Sur (Brasil), cruzando el río Uruguay.

Mapa del Territorio de Misiones, 1941, preparado e impreso por el Instituto Geográfico Militar[14]. En el mapa se observa los múltiples “caminos” o “picadas” por las que se puede llegar a San Pedro desde el Uruguay o el Paraná.


Fragmento del Mapa del Territorio Nacional de Misiones, donde se observa el origen de la PICADA DE PAGGI. Tomado del mapa compilado y construido en la Gobernación de Misiones durante la Administración del Dr. Héctor Barreyro por el Agrimensor Nacional Don Adolfo J. Pomar fechado en 1923[15].


[1] [MAPA que abrange as regiões entre os rios Paraguai, Paraná e a costa brasileira desde Santos até o Rio Grande]. [17--]. 1 mapa ms., col., desenhado a nanquim. Disponível em: http://objdigital.bn.br/objdigital2/acervo_digital/div_cartografia/cart1033404/cart1033404.html. Acesso em: 11 Jul. 2023.

[2]DESCRIPCIÓN ò mapa de la Vaqa. [Vaqueria] nueba. [17--]. 1 mapa ms, desenho a tinta ferrogálica, aquarelado Disponível em:  http://objdigital.bn.br/objdigital2/acervo_digital/div_cartografia/cart521096/cart521096.html. Acesso em: 11 Jul. 2023.

[3] Ambrosetti. J. (1892). Viaje a las misiones argentinas y brasileñas por el Alto Uruguay. La Plata: Talleres de Publicaciones del Museo. p. 102..

[4] Ambrosetti, J. (1895). Los kaingangues de San Pedro (Misiones). En su Revista del Jardín Zoológico de Buenos Aires (tomo II). Buenos Aires: Compañía sudamericana de billetes del Banco.  p. 305

[5] Ambrosetti, J. (1895) Los indios Kaingángues de San Pedro (Misiones). En su Revista del Jardín Zoológico de Buenos Aires (tomo II). Buenos Aires: Compañía sudamericana de billetes del Banco.

Ambrosetti, J. (1894). Los indios cainguás del Alto Paraná (Misiones). En su Boletín del Instituto Geográfico Argentino (tomo XV). Buenos Aires: Imprenta Roma.

[6] FOUILLIAND, F. (1917). Historia de Misiones. Posadas. pp. 9-10

[7] Piada es un camino abierto en la selva a fuerza machetes despejado en por sitios propicios la vegetación de modo que se puede transitar con animales de carga y a caballo teniendo una vista despejada de por lo menos unos metros a ambos lados del caminos por precauciones con los yaguaretés

[8] Rave, F. (2022). El territorio de Misiones. Posadas: El Zarpazo p.34.

[9] Ambrosetti. J. (1892). Viaje a las misiones argentinas y brasileñas por el Alto Uruguay. La Plata: Talleres de Publicaciones del Museo.p. 100-110.

[10] Atlas de Cartografía Histórica de la República Argentina. Instituto Geográfico Militar  https://www.ign.gob.ar/cartografia-historica/

[11]Rave, F. (2022). Posadas: El Zarpazo. p.34

[12] Fouilliand, F. (1917). Historia de Misiones. Posadas. pp. 9-10

[13] Basaldúa, F. (1901). Pasado, presente y porvenir del Territorio Nacional de Misiones. La Plata. p. 180-187.

[14] https://www.ign.gob.ar/cartografia-historica/

[15] Atlas de Cartografía Histórica de la República Argentina. Instituto Geográfico Militar  https://www.ign.gob.ar/cartografia-historica/

 
 
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