En 1615 Roque González de Santa Cruz fundó la reducción que inicialmente llamaremos “Nuestra Señora de la Anunciación de la Encarnación de Itapúa” en lo que hoy es el territorio de Posadas y que luego el P. Boroa decidiría edificar el conjunto edilicio principal de un asentamiento con una construcción más moderna y en la margen derecha del río, en lo que hoy conocemos simplemente como Encarnación Paraguay. Esto que muchos consideran un “traslado” no pudo haberse dado de modo inmediato a la toma de decisión de la nueva edificación pues implicaba la construcción planificada y proyectada con materiales menos perennes de toda la infraestructura básica en un nuevo asentamiento, el sitio nuevo debió ser mejor a la que se dejaba para que valiera la pena el traslado.
Por otra parte, como quien erige una casa pequeña en un terreno recién adquirido y una vez instalado allí comienza la construcción de mejoras o si se dispone de recursos incluso inicia la construcción de una casa nueva en el mismo predio, dejando la primera construcción como garage, estudio, taller, quincho o depósito, etc. nada nos dice que el espacio del primer asentamiento se abandonó de modo definitivo, no hay porque pensar que no siguió siendo ocupado el primer asentamiento, quizás no con la misma prevalencia pero bien pudo, como veremos más adelante, seguir siendo explotado.
El punto es que el primer antecedente histórico de asentamiento estable registrado por la historia, en el sitio geográfico que hoy ocupa la ciudad de Posadas, capital de la provincia de MISIONES, es justamente el no tan escaso compendio de fuentes que tenemos sobre esta épica fundación de esa reducción, la primer “misión” de otras tantas en un territorio que muchos años después sería conocido inequívocamente como el de las Misiones, por el singular número de estos emprendimiento civilizadores cristianos aquí instaladas, nombre que desde entonces le perdura a nuestra provincia y que alude a esa característica de su poblamiento, a este tipo de ordenamiento social de marcadas características religiosas.
Aquí consideramos que a aquella fundación de mano de Roque Gonzalez de Santa Cruz le debemos los posadeños el ser hoy día un crucial punto de convergencias de vías de comunicación y comercio con activo tráfico de mercancías y contingentes humanos. Y consideramos también que es reivindicable el topónimo de ITAPÚA dado que ese era su nombre original.
En Itapúa realizó con éxito su primera fundación de una Reducción el abnegado Roque González de Santa Cruz aquel 25 de marzo de 1615, queda claro fue en lo que hoy es parte de Posadas entonces conocido como la zona de Itapúa, quizás estaba ubicada a unos 200 m. al Oeste del [ex] puerto” según estimaciones del reconocido geógrafo Miguel Stefañuk o como deslizó el ex Obispo de Posadas, Jorge Kemerer en un discurso pronunciado en 1988 en la Universidad de El Salvador, sobre su ubicación: “Guillermo Furlong opina que el lugar Geográfico fue el que hoy se denomina “Parque Paraguay”(sic) en la ciudad de Posadas”.
En esa ocasión Roque González “levantó una gran cruz en medio del terreno que debía ser en breve un pueblo y comenzó la construcción de la iglesia y de las casas de los indios”. El poblado continuó y se fueron sumando aquellos nativos que recibieron su mensaje de fe y la promesa de una vida mejor, en la concepción cultural de la época.
Existe documentación de puño y letra de Roque González narrando este hecho, hito histórico pues significa el primer asentamiento estable en el territorio que hoy ocupa la Ciudad de Posadas. Se trata de una carta que como parte de los informes anuales, enviara Roque González a su superior el P. Oñate en 1615, en la que el misionero expresa:
“y pareciéndome el sitio muy a propósito para que la Compañía hiciese una reducción les dije que quería levantar allí una cruz y ellos mismos, con ser infieles, ayudaron a levantarla. Volví a dar cuenta de ello al P. Marciel de Lorenzana, rector de aquel colegio de la Asunción y a pedir compañeros”.
Esto era en marzo de 1615, en julio del mismo año, el Padre Boroa se reunió con el P. Roque y lo encontró en las tareas misionales auxiliado por un niño de diez años, de nombre; Miguel Dávila, quien le ayudaba.
De Miguel Dávila, tenemos la fortuna que llegará a nuestros días un testimonio suyo documentado, donde nos cuenta lo sucedido mientras asistía a Roque Gonález y a Diego de Boroa, lo citaremos en extenso cambiando los modos y la gramática para hacer más fácil al lector actual su comprensión pero siempre cuidando no alterar el sentido; de todos modos siempre podrá leerse la transcripción original en su fuente citada. Es el testimonio completo aun a riesgo de parecer largo, porque es en primera persona lleno de pequeños detalles que nos permite hacernos una idea del trabajo encarado y llevado a cabo hace cuatro siglos por el religioso y su pequeño asistente:
“Certificación de la fundación de la Reducción de Itapúa.
Miguel de Abila vecino morador de esta Ciudad de la Asunción Provincias del Paraguay certifica al Rey Nuestro Sr. Virrey del Perú, Real Audiencia de la Plata y demás tribunales y justicias de su Magestad, "como siendo yo niño de diez años me llevó en su compañía el santo padre Roque González de Santa Cruz de la Compañía de JHS cuando entró en el Río Paraná el año de mil y seiscientos y quince a predicar el santo evangelio a los indios del dicho río y llegamos al puesto que llaman de Ytapua donde el padre comenzó a reducir y juntar los indios infieles que por allí había divididos y esparcidos por aquellos montes, islas y ríos dando principio a reducción que hoy llaman de Nuestra Señora de la Anunciación de Ytapua y yo le servía y ayudaba a misa y rezaba las oraciones
y doctrina cristiana a los indios, indias, niños y niñas que se iban reduciendo y cuidaba de los enfermos y del sustento de los padres que padecían necesidad pescando en los ríos y cazando en los campos, pidiendo limosna por las chacras de los infieles donde pasamos grandes necesidades, trabajos y peligros de la vida y por ser los indios todos infieles y bravos donde no había ningún español ni pueblo de cristianos ni de allí arriba había otro pueblo alguno de cristianos porque todos eran gentiles y bravos y solo el padre Roque Gonzalez fue el primero que entró al río del Paraná y sitio de Ytapua y comenzó a predicar el santo evangelio y a traerlos poco a poco al conocimiento de Dios, y dio principio al pueblo y comenzó a hacer la iglesia ayudándole yo en todo por ser yo solo el que estaba en su compañía hasta que llegó dos meses después poco más o menos el muy reverendo P. Diego de Boroa que le fue a ayudar a acabar de reducir y juntar los indios y acabar la iglesia y pueblo quedando allí solo en este ministerio mucho tiempo y yo en su compañía porque el P. Roque González acudía a otras partes del río a pacificar y reducir los indios de él. Y queriendo el Gobernador Hernando Arias de Saavedra por fin del dicho año ver la reducción de camino en la visita que hacía de Caazapá y Yuty pasando a las Corrientes y llegando al Aguapey que está río abajo como ocho o nueve leguas de la reducción bajó el P. Roque González al Aguapey donde estaba el Gobernador con todos los soldados que llevaba, y dejando allí todos los demás soldados subió río arriba con algunos en compañía del santo padre Roque González a ver la reducción y el mismo día se volvió sin dormir allí porque habiendo salido de ella yo aquel día por orden del P. Diego de Boroa en busca de unos indios infieles enfermos que estaban en su chacarilla para traerlos al pueblo y catequizarlos y bautizarlos cuando llegué ya tarde el mismo dia ya se había ido el Gobernador con los de su compañía y con él había bajado el P. Roque Gonzalez y el P. Diego de Boroa me contó lo que había pasado, llegada y vuelta del Gobernador el cual dicho padre se quedó allí solo y yo en su compañía fue reduciendo y juntando los indios gentiles y bárbaros que había de aquella parte no tan acomodado ni bueno para los indios que se iban juntando se pasó el pueblo de esta parte donde hoy está sin que a ello se hallase otro español alguno más de los padres Diego de Boroa y Roque González de Santa Cruz y el padre Tomás de Urueña y el padre Pedro Bosques que fue aún ayudar a los padres todo lo cual pasó así y es verdad y como tal lo juro a Dios y a esta Cruz + y siendo necesario lo declarare ante juez competente por haberlo visto por mis ojos, por haber andado en compañía de los dichos padres por tiempo de diez años poco más o menos y dejándolos en este santo ministerio me vine a esta Ciudad. Otro sí certifico debajo del mismo juramento como desde dicha reducción de Ytapua salieron varias veces el río arriba del Paraná los padres Diego de Boroa y Roque González de Santa Cruz a hablar a los indios infieles de todo el río hasta el Yguazu para reducirlos y hacerlos cristianos sin que español alguno hubiera entrado con ellos ni yo pasase de allí de la reducción de Ytapua por ser los indios bárbaros y no consentir más de que los padres fuesen a sus tierras y no gustaban de los dichos en ellas y sucedió que enviando el Gobernador de estas provincias del Paraguay a un español llamado Diego Hernandes de Sanabria con un recaudo para los padres llegando a la reducción de Ytapua los indios que habían bajado del río arriba le quisieron matar y comenzaron a tratar mal y si no hubieran acudido los Padres a defenderlo lo hubieran muerto lo cual sucedió estando yo allí presente por ser todo así verdad lo certifico debajo del juramento que tengo hecho y declarare siendo necesario ante juez competente y lo firmé de mi nombre delante de los testigos que conmigo firman esta certificación que es hecha en veinte y ocho días del mes de febrero de mil y seiscientos y cinquenta y dos años.
Miguel Dabila, 8-02-1652)…”.
este es el tipo de testimonios que cuesta encontrar en las anuas, que son las fuentes más usadas para este tema, en ellas por ejemplo ni Diego de Boroa ni Roque Gonzalez, mencionan a Diego Dábila, pero así también ocurre con otros hechos para nada irrelevante desde nuestro punto de vista actual de ser ¿Cuando se trasladó al otro lado del río la reducción? hecho no mencionado en las anuas editadas referentes a estos años. Las anuas son tan particulares que pareciera constituyen casi un subgénero literario, una suerte de epístola religiosa congregacional, que sin desmedro o desconfianza de su contenido pareciera que su propósito no es solo el de dar cuenta de los sucedido como parece en primera instancia, este testimonio mas mundano de Davila es enriquecedor en ese sentido, da un descanso de tanta mística religiosa que hay en fuentes como las anuas.