Antonio de Llamas Madrigal

Del monte al mate: el científico olvidado que cultivó el futuro

Por siglos, la yerba mate —símbolo ritual y social del Cono Sur de America— fue un regalo esquivo del monte: se recolectaba a mano de árboles silvestres, sin certezas sobre cómo reproducirla. Pero todo cambió gracias al trabajo silencioso y persistente de un español casi olvidado: Antonio de Llamas Madrigal, quien a fines del siglo XIX logró lo que durante siglos fue un misterio: hacer germinar semillas de Ilex paraguariensis en vivero y abrir así el camino al cultivo sistemático.

El enigma de la germinación

Las semillas de yerba mate no germinaban fácilmente. Los misioneros jesuitas ya habían observado que sólo brotaban tras pasar por el tracto digestivo de aves como tucanes o gallinas. Siglos después, naturalistas como Aimé Bonpland y Carlos Thays redescubrieron este fenómeno y ensayaron métodos artificiales. Thays, por ejemplo, experimentó en 1895 con la inmersión en agua caliente para imitar el paso digestivo, logrando algunos brotes, aunque de forma aún poco consistente [1][2][3].

La revolución discreta de Antonio de Llamas

Fue en su chacra experimental de Santa Ana, Misiones, donde Antonio de Llamas encontró la clave. Instalado allí desde 1891, logró en 1896 las primeras germinaciones comprobadas, y al año siguiente, el trasplante exitoso de las plantitas. Su método, que combinaba escarificación y cuidados agronómicos meticulosos, permitió por primera vez cultivar yerba mate a escala [4][5].

Llamas no sólo fue un agricultor experimental: era un científico empírico. Nacido en Muelas de los Caballeros (España), trajo a Misiones su vocación naturalista. Fundó un museo privado, recolectó especímenes botánicos, y mantuvo contacto con instituciones como el British Museum y figuras como Eduardo Holmberg y Carlos Spegazzini. Su casa, equipada con microscopios y preparaciones botánicas, fue un centro de intercambio intelectual y científico en plena selva misionera [6][7].

En 1904, firmó un contrato con el gobierno argentino para distribuir 5.500 plantines de yerba mate a colonos. Aunque enfrentó sabotajes de quienes temían que el cultivo desplazara la recolección silvestre, logró cumplir su misión gracias al apoyo del gobernador Manuel Bermúdez. Se retiró poco después, y vivió en Corrientes hasta 1939 [8].

Un legado que echa raíces

En 1944, su aporte fue oficialmente reconocido por la Asociación Rural Yerbatera Argentina. Historiadores como Aníbal Cambas, Alba Etorena y José Antonio Margalot lo destacaron como el verdadero pionero de la yerba mate cultivada. Su hijo Lulio resumió su espíritu: “Mi padre nunca pensó en ser industrial, era un hombre de ciencia, no de negocios” [9].

Hoy, una placa lo homenajea junto a figuras como Lanusse, Zamboni y Pablo Allain, impulsores de la primera plantación moderna en Misiones.

Ciencia, suelo y sorbos compartidos

Antes del trabajo de Llamas, la yerba era obtenida con técnicas extractivas que arrasaban con la biodiversidad del monte. Su método permitió crear viveros, propagar plantines en almácigos, y transplantarlos a campo con planificación agronómica: curvas de nivel, sombreado, y una transición paulatina hacia un modelo sustentable [10][11][12].

El resultado fue una industria capaz de producir en cuatro años lo que antes requería décadas de azar selvático. Desde entonces, la yerba mate no sólo crece, se cultiva. Y cada sorbo que compartimos lleva, silenciosamente, la huella de un pionero científico que germinó el futuro en una chacra misionera.


Fuentes:

  1. https://www.noticiasdelmate.com
  2. https://es.wikipedia.org/wiki/Ilex_paraguariensis
  3. https://movimientonaluum.org
  4. “El Territorio”, suplemento histórico
  5. https://biomanantial.com
  6. https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_de_Llamas_Madrigal
  7. https://www.noticiasdelmate.com
  8. https://www.slideshare.net/yerbamateargentina
  9. Entrevista en “Noticias del Mate”
  10. https://www.crea.org.ar
  11. https://www.yerbamateargentina.org.ar
  12. https://anahi.cl