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A finales de Marzo de 1815 Andrés Guacurarí y Artigas, asume como el Jefe político y militar de los 15 Pueblos Misioneros entre los ríos Paraná y Uruguay. Luego de más de una década de formación cultural y militar junto a su Padre adoptivo José Gervasio Artigas (llegó al grado de Capitán de caballería blandengue), y reemplazando a Blas Basualdo que agonizaba por una herida de combate, se asentó en la nueva capital Misionera Santo Tomé con el cargo novedoso de Comandante General. No fue simple la consolidación de la autoridad militar de Andrés en los primeros meses, ya que la confusión reinante había enfrentado entre si a algunos Misioneros que se levantaron en armas a favor del porteñisimo, siguiendo al delegado centralista Pérez Planes. En cambio la aceptación política del proyecto Confederal de los Pueblos Libres fue el hecho que galvanizó la relación entre su Líder, Andrés, y el Pueblo Misionero.
Más allá de las interpretaciones, en ocasiones las intenciones políticas reflejadas en las leyes suelen ser más que explícitas. Mientras en Buenos Aires se sancionaba el “Reglamento del tránsito de individuos” para que los ciudadanos acaten, el cual decía: “Todo individuo que no tenga propiedad legítima será reputado en la calidad de sirviente y será obligatorio que se muna de una papeleta de su patrón visada por el juez. Los que no tengan estas papeletas serán reputados como vagos y detenidos o incorporados a la milicia”, En ese mismo momento Andrés aplicaba las directivas de José Artigas establecidas en el “Reglamento Oriental para el fomento de la campaña”, que establecía la expropiación de tierras a “emigrados, malos europeos y peores americanos” y su reparto entre los desposeídos del país para “fomentar con brazos útiles la población de la campaña”.
No solo la tenencia de la tierra fue un hecho absolutamente inusual y revolucionario, si no que el nuevo concepto de “ciudadanía” y participación política de cada individuo en su respectivo Cabildo transformó la política tornándose en cuasi asamblearia. Los paisanos Misioneros se liberaban de la última cadena que los sometía y esta era el dominio de los caciques que disponía absolutamente de las familias comprendidas dentro de su línea de nobleza sanguínea. Los Misioneros tuvieron una etapa excepcional de un años, entre la llegada de Andrés y el primer intento de recuperación de los 7 pueblos orientales usurpados por los portugueses. Derrotado el ejército Misionero en San Borja se sucedió uno de los éxodos humanos más impactantes de América, el cual la historia se ha empeñado en ocultar y minimizar: más de 12 mil civiles se refugiaron en las márgenes del Iberá fundando cuatro Pueblos de refugiados de guerra. Algunos otros extrañados de los Pueblos Misioneros ocuparon asentamientos en cercanías de salto chico y grande del Rio Uruguay. Luego del mencionado éxodo Andrés y las tropas Misioneras combatieron sin cesar invadiendo, defendiendo, contraatacando con numerosas y variadas tácticas militares que nada tiene que ver con la idea única de “montonera salvaje” o “peleando en emboscadas”, como se empeñan en repetir algunos aficionados dispuestos a corear sandeces. No es el motivo de este ensayo repasar sus grandes batallas. Le tocó combatir contra tropas paraguayas, tropas europeas portuguesas y también porteñas en alianza con correntinos. En algunos casos como en la batalla de San Borja enfrentó 18 cañones modernos, casi la misma cantidad que en ese momento San Martín tenía en su ejército de los Andes (22). Su eliminación de la historia respondió a motivos económicos, políticos y raciales. Cualquier Misionero de bien debería tomarse el trabajo de rastrear mes a mes sus 4 años y medio de liderazgo, que finalizaron cuando lo apresaron herido, nuevamente atacando al esclavista portugués, en Junio de 1819. El liderazgo de Andrés ya económicamente no es un problema para las familias patricias que gobiernan estos lugares, ya que los terrenos que la reforma agraria repartió a los ciudadanos Misioneros fueron todos robados hace más de cien años. La mayoría con la simple maniobra de obligar al cambio de apellido de sus dueños, para que las generaciones siguientes no pueden hacer valer los justos títulos que existían y atesoraban las familias. ¿Cuantos apellidos Guaraníes sobreviven hoy a esa maniobra confiscatoria? Políticamente la impronta de Andrés sigue siendo molesta e interfiere con los proyectos de alianzas familiares que controlan el Estado y los negocios relacionados o condicionados por el Estado. Andrés pregonaba la participación directa y permanente del Pueblo, sin representantes “legales”, quienes terminan siendo concusionistas disfrazados de demócratas. Su concepto de administración quedó muy bien documentado durante la ocupación de corrientes. En lo referido a lo racial fue inaceptable para los blancos un líder cobrizo. Haya sido Andrés Tape puro o mestizo, no importa. Simplemente no lo digirieron nunca, ya que para las normas de la época debía ser un esclavo o carne de cañón de los blancos, nunca un General al frente de tropa regular y milicia. La discriminación racial contra Andrés perdura nítida hasta hoy ¿A que General de caballería se lo representa a pie? ¿Por qué porta una chuza en las imágenes cuando hay registros que combatía con un sable de caballería Francés regalado por su Padre al asumir? ¿Es muy fuerte ver a un americano vestido con equipo militar, rango de General y armas de caballería, cabalgando sentado en montura de combate? Andrés sufrió infinitas ofensas y burlas posteriores a su caída, de quienes lo odiaron visceralmente. Se afanaron en un intento de disminuir su estatura moral, militar y política. Hay quienes creen aún hoy que sea sacrílego parangonar a Andrés Guacurari y Artigas, vencedor de cuatro ejércitos diferentes, al mismísimo nivel de Lavalle, Belgrano, Alvear u otros que hoy la hagiografía los hace habitar en lo alto de columnas de victoria. Andrés sabía perfectamente que la marea del momento trataba de sepultarlo, y con claridad y elocuencia poética sobre su gesta romántica dijo. “La muerte será una gloria, el morir libres y no vivir esclavos, que, como héroes, los posteriores cantarán” Andrés G. y A. “Me quitarán la vida por Justiciero, pero nunca por traidor” Andrés G. y A. La intensidad de la estatura moral de Andrés hace imposible dejar de lado la admiración casi devota que genera su conducta. Napoleón había sido derrotado en Europa, el péndulo volvía a en dirección a la restauración del absolutismo monárquico, y en América José Artigas avanzaba en sentido directo de colisión a ola planetaria. Andrés fue uno de sus más leales, consecuentes y brillantes Generales. Los Misioneros tenemos el privilegio de poder observar una figura dueña de una luz poderosa que proyecta su pensamiento intacto hasta el presente. Doscientos años después, aunque no soy digno ni de lustrar sus botas, quiero decirle desde el alma misma de mis convicciones: acá estamos los posteriores quienes cantamos sus proezas de político revolucionario, de estratega genial en la pelea, y protector sensible ante el dolor de su gente. General, nadie le quito la vida, apenas lo hicieron inmortal sus torpes enemigos.